Tejiendo un mundo mejor

Érase una vez, un pequeño pueblo junto al río Jerte por el que pasaban los peregrinos de la vía de La Plata, que camino a Santiago, disfrutaban encantados de la hospitalidad de sus habitantes, pero que, aunque algo intuían, no eran conscientes de la importancia de lo que allí acontecía.

Cuentan que en Carcaboso los campos se cultivan de forma natural, que en sus jardines crecen hortalizas que los vecinos plantan y recolectan, que existen huertos sociales y gallineros comunitarios para fomentar el trabajo en equipo y el apoyo mutuo. Cuentan que en este pueblo hay plenos infantiles, senado de mayores y consejo de asociaciones para que todos los vecinos sean participes de su gobierno. Un pueblo donde raro es el fin de semana que no hay un evento cultural.

Y heme allí, donde durante 4 días me alojé en una pequeña y preciosa casita junto al canal. Me levantaba temprano para encaminarme hacia el pueblo llena de felicidad y embelesada con la hermosa luz de mañana que bañaba los verdes campos, con la Sierra de Gredos intuyéndose en la lejanía y el espectáculo de los tejados de Carcaboso rodeados de la bruma matutina, para pintar un mural en la plaza del pueblo.

Lo sé, parece un cuento, pero no, no lo es. Por eso decidí (decidimos) hacer un mural inspirado en todos los vecinos de Carcaboso, en su trabajo y colaboración, pero en especial en las mujeres. En esas mujeres rurales, orgullosas de serlo. Mujeres han dado vida, que han cuidado de sus familias, sus campos, sus rebaños, sus pueblos. Mujeres capaces de adaptarse a todos los tiempos, valientes y fuertes que aún sabiendo lo que es el sufrimiento son capaces de seguir conservando en su interior la niñas que un día fueron. Madres y abuelas que son ejemplo para sus hijas y nietas, que tejen y seguirán haciéndolo una enorme manta mágica para arropar a su gente, una manta llena de esfuerzo, de solidaridad, de respeto, de libertad, de diversidad, de igualdad y, sobre todo, de mucho amor.

Un mural dirigido a todos los vecinos, pero en especial a sus niños porque con sus mentes y corazones vírgenes están libres de nuestros prejuicios, son el futuro. Un mural con el que pretendía regalar color y alegría mientras intentaba dejar un mensaje de igualdad, apoyo y libertad de elección de la manera más candorosa posible, sin ofender a nadie. De algo estoy segura, he llenado la plaza de color.

Estoy infinitamente agradecida al pueblo de Carcaboso, por su acogida y hospitalidad, y porque no hay un sólo día que vaya y no me den una lección de humanidad. ¡Millones de gracias!

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